LUCÍA
Era un jueves cualquiera de un mes primaveral. Lucía está en la cocina, como tantos otros días, preparando la comida. Hace rato que está un poco intranquila por la tardanza de su hija, de ocho años, en regresar del colegio. Se tranquiliza un poco pensando que tal vez se habrá acercado a ver "El Rastro", con alguna amiga, como suele hacer algunas veces.
Pasado un tiempo, la niña llega algo preocupada por la regañina que se le puede venir encima... Lucía, al abrir la puerta algo nerviosa, da un beso a su hija y le pregunta:
- ¿Por qué vienes tan tarde?
- Mamá, nos hemos acercado mi amiga y yo a ver el mercadillo, pues ella tenía dinero y quería comprarse alguna cosa en el puesto de los "veinte duros".
Lucía entra en la casa seguida de la pequeña y prosigue con sus faenas.
- Mamá, cunado íbamos para "El Rastro" he visto a tu amiga Eva y me ha dado dinero para que me comprase algo.
- ¿Y te lo has comprado?
- Sí. Un muñeco muy bonito que da buena suerte. Mi amiga se ha comprado unos rotuladores.
- ¡Venga, a ver ese muñeco que da buena suerte!
- Verás mamá, no lo tengo.- responde la niña algo temerosa de que su madre le riña.
- ¿Pues qué has hecho con el muñeco?
- Veníamos para casa y en una esquina había un pobre con una niña, de unos cuatro años, pidiendo limosna. Estaban sentados en el suelo y descalzos. Yo, como no tenía otra cosa para darles, le he regalado a la niña mi muñeco.
Lucía, emocionada, nota como un nudo atenaza su garganta y hace verdaderos esfuerzos por disimular delante de la niña. Intentando que la voz le salga lo más natural posible, le pregunta a la pequeña:
- ¿Qué pasa hija, no te gustaba el muñeco?
- Sí que me gustaba mamá, y mucho. Lo que ocurre es que me daba pena y pensé que yo tengo muchos juguetes y esa niña no. Además, yo puedo comprármelo en otra ocasión y ellos no tienen dinero ni para comer.
Al oir a su hija, a Lucía se le llenan los ojos de lágrimas. La chiquilla, algo confusa al ver así a su madre, le pregunta:
- ¿Qué pasa mamá, he hecho mal?
Lucía coge a su hija y la estrecha entre sus brazos.
- No hija, al contrario. Has hecho una cosa muy bonita: dar lo que en esos momentos para ti era valioso. Has preferido quedarte sin ello, regalándoselo a otro que lo necesitaba más que tú. Esto que tú has hecho hoy, muchos mayores somos incapaces de hacerlo.
- Entonces mamá, ¿he hecho bien?
- Por supuesto que sí, hija. Y el padre de la niña, ¿qué te ha dicho?
- Muy contento me ha dicho: "Muchas gracias, guapa".
- Y la niña, ¿qué ha hecho al ver el muñeco?
A la hija de Lucía le vuelve la sonrisa a los labios y muy feliz responde:
- ¡Uy mamá! Lo ha cogido muy contenta y se ha puesto a jugar con él, acunándolo en sus brazos.
Lucía, bastante emocionada, no quiere dar demasiada importancia al hecho delante de la chiquilla. Con un cariñoso gesto, la manda irse a jugar. Cuando se queda sola, las lágrimas resbalan por sus mejillas pensando en el gesto tan hermoso de su hija. ¡Y qué pequeña se siente ante una niña de ocho años!
E.M.Y.Z.
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