A dos amigos se aparece un oso:
el uno, muy medroso,
en las ramas de un árbol se asegura;
el otro, abandonado a la ventura,
se finge muerto repentinamente.
El oso se le acerca lentamente;
mas como este animal, según se cuenta,
de cadáveres nunca se alimenta,
sin ofenderlo lo registra y toca.
Huélele las narices y la boca;
no le siente el aliento,
ni el menor movimiento;
y así, se fue diciendo sin recelo:
«Éste tan muerto está como mi abuelo.»
Entonces el cobarde
de su gran amistad haciendo alarde,
del árbol se desprende muy ligero,
corre, llega y abraza al compañero.
Pondera la fortuna
de haberle hallado sin lesión alguna.
Y al fin le dice: «Sepas que he notado
que el oso te decía algún recado,
¿qué pudo ser?» «Diréte lo que ha sido;
estas dos palabritas al oído:
Aparta tu amistad de la persona
que si te ve en el riesgo, te abandona.»
Félix María de Samaniego
No hay comentarios:
Publicar un comentario