Acerca de mi...


Alguien dijo una vez que si te levantas por las mañanas con ganas de escribir; si sueñas con escribir; si necesitas escribir para sentirte realmente realizado y feliz… entonces, muy probablemente, se puede afirmar que eres escritor.

A mí, desde que era una niña, me ocurren todas estas cosas así que al final he acabado pensando que va a ser verdad eso de que tengo algo de “escritora”… al menos, suena genial!

Y como por circunstancias de la vida, he tenido la desgracia (o la suerte, según como se mire) de no dedicarme a esto profesionalmente, he decidido crear este blog como un pequeño almacén y/o escaparate de algunos de mis escritos y de otras creaciones ajenas que creo que merecen la pena.

Espero que os guste y que lo disfrutéis!

viernes, 11 de abril de 2014

¿LEER O NO LEER?
¡ÉSA ES LA CUESTIÓN!
·       SAL CON UN CHICO QUE NO LEE
Las conversaciones serán sencillas, podéis hablar del tiempo, del trabajo o estudios, podéis hablar de ropa o del mundo del motor. Puedes hacer que te interesa el funcionamiento de un cuatro cilindros, o puedes ir con él a ver el fútbol e indignarte con cada fuera de juego que el árbitro de turno decida no pitar.

Podéis hablar de música, o salir a bailar, pero no le prestes demasiada atención a la letra, ni busques cosas excesivamente profundas, porque casi seguro no le interesará ver más allá de la rima.

Sal con un chico que no lee, o te condenarás a aprender cada día, y a vivir de modo que cada momento pueda ser descrito en un papel.

Sal con un chico que no lee, o te convertirás en musa y protagonista de mil historias que de esta manera, no podrías vivir.

·       SAL CON UNA CHICA QUE NO LEE
Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle os ilumine, así como has visto que ocurre en las películas.

Deja que la especie de contrato, que sin darte cuenta has celebrado con ella, se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Propónle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo.

Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado.

·       SAL CON UN CHICO QUE LEE
Ese joven callado que acostumbra pasar inadvertido y al que siempre encuentras degustando las páginas amarillentas de un ejemplar desgastado. Ese hombre de rostro serio que  ves en un café o en un centro comercial, acompañado de una buena novela y una bebida helada. Invítalo a salir, será toda una aventura que valdrá la pena.

Porque un chico que lee, también escucha. Atenderá  tus quejas por la brevedad de una novela o la maldad de cierto personaje. Conocerá la magia de las palabras que pueda susurrarte mientras recorren bibliotecas y relatos misteriosos.

Sabrá aplicar el arte del silencio y el apoyo mudo cada vez que llores el final de un nuevo libro. Ese chico que lee tomará tu mirada como inspiración para convertirse en  escritor apasionado que ve en tus ojos la fuente de sus escritos. Un hombre que lee albergará en su ser un océano de historias para que solo tú te sumerjas en ellas.

Criticará el poco sentido de las letras que la gente tararea una noche de fiesta cualquiera, se reirá de lo banal. El chico que lee, sabrá encandilarte con cuatro palabras bien dichas, y tardarás un rato en darte cuenta de su gracioso juego de conquista.

Porque el chico que lee sabrá cuando callar, porque entiende el sentido de los puntos suspensivos, y seguramente no invertirá tanto tiempo en preguntar repetitivamente ese “qué te pasa” que sin duda no queremos responder. Se acordará del argumento, y entenderá los fallos del guión, pues lo ha leído en mil páginas.

El chico que lee sabe que, incluso en los mejores libros, los grandes detalles pueden ser sugeridos con una descripción de la escena, y hará de cada una de tus miradas una descripción que no necesite explicaciones ni pretextos. Te abrazará antes de pedir argumentos, porque un chico que lee, también lee entre líneas.

El chico que lee ha aprendido de los mejores héroes de la historia, y sabe cuándo y cómo ha de luchar. Sabe que la trama tiene giros y no se pondrá tan nervioso ante un párrafo dramático. Conoce las palabras que te secan y humedecen los ojos, y te comparará con las musas de sus autores preferidos, se reirá de ti si llegas al punto de locura que alcanzan sus protagonistas y ya conocerá la solución.

No habrá mejor regalo para él que empezar juntos una historia definitiva, un libro que no tenga final porque, al fin y al cabo, el chico que lee querrá seguir leyendo, y valorará el suspense antes de escribir la última frase del día.

El chico que lee conoce mil mundos, y no parará hasta que los visitéis juntos. Y cada momento absurdo se llenará de magia si señala una a una las cosas que imagina para ti en ese momento, porque podrá transformar una cutre habitación de hostal en la suite más maravillosa de París.

Si sales con un chico que lee, ten claro que no pararás de recorrer lugares que posiblemente aún no se hayan inventado, que cada momento será un párrafo perfecto de vuestro libro, que cada gesto habrá sido vagamente maquinado, y cada punto de tensión será resuelto, porque los libros, siempre continúan. Y el chico que lee, lo sabe.

Sí, esos chicos aún existen. Son como los libros empolvados que encuentras en un rincón de la librería. Lo ves y por alguna extraña razón capta tu atención. Sus rostros  son la tapa de una historia que por momentos pasa inadvertida entre cientos de portadas comunes que pululan diariamente por ahí sin despertar tu curiosidad. Pero cuando te acercas y empiezas a leer sus gestos, a escuchar sus palabras, te atrapan como cuentos  fascinantes que no puedes dejar de lado.

Sí, los chicos que leen aún existen, y bien vale la pena que los invites a salir. Puedes ver a alguno por ahí, con aparente gesto frío y refinada indiferencia. Pero bajo esos aspectos se halla el calor hipnótico del hombre que busca una lectora para sus historias, una protagonista para su vida.

Sal con un chico que lee. Porque es la garantía de una biblioteca en su casa reservada sólo para ti. Porque  con cada libro que se obsequien entre ambos, irán alimentando la librería que desearán tener en un pequeño apartamento lleno de fantasía en París, Roma, Londres o Madrid.

·       SAL CON UNA CHICA QUE LEE
Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

En su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, en Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción y hazle saber que entiendes que las palabras son amor.

Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que, de todas maneras, va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela.

Una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti.

Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía.

La chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

La chica que lee no se resignará a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

La chica que lee sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee. O mejor aún, a una que escriba.

Extraído de varios escritos de diversos autores:
Charles Warnke, Rosemary Urquico y Jef Volkjten


No hay comentarios:

Publicar un comentario